Irania Medina
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En la oscuridad de la noche, cuando la mayoría descansa, un ejército silencioso despliega sus alas para mantener el equilibrio ecológico: los murciélagos. Se trata de un conjunto de especies de mamíferos denominadas en griego “quirópteros”, porque son seres que se desplazan por el aire utilizando alas formadas por una extensa pero delgada membrana entre sus frágiles huesos, en lo que evolutivamente serían las manos en los seres humanos.
Muchas especies dentro de este orden se adaptaron a utilizar chirridos agudos para orientarse; es decir, ecolocalización por medio de sonidos de ultrafrecuencia, lo que funciona como un radar natural.

Lejos de los mitos que los pintan como criaturas temibles, estos mamíferos voladores son verdaderos arquitectos de la biodiversidad. Entre sus diversas funciones están actuar como polinizadores, controladores naturales de plagas y dispersores de semillas; su papel es indispensable para la salud del planeta.
En una región semidesértica de Venezuela un biólogo ha dedicado su vida a descifrar los secretos de estas fascinantes criaturas. Jafet Nassar nació en Caracas el 25 de abril de 1966, en el seno de una familia de inmigrantes. Su madre, originaria de La Palma (Islas Canarias) y su padre, libanés, se conocieron en la avenida San Martín, donde forjaron una vida juntos en el país que en aquel entonces ya era un crisol de culturas, ya que había acogido a miles de inmigrantes durante la década de 1950.

“Fui el primogénito de cuatro hermanos. Mi infancia transcurrió en Quinta Crespo, una zona comercial rica en colores, olores y sabores; mayormente habitada y frecuentada por gente de clase media, donde convivían diversas culturas: venezolanos, portugueses, italianos, gallegos, canarios y tantos otros inmigrantes. Había una mezcla increíble de nacionalidades. Eso me enseñó a valorar la diversidad desde pequeño».
Su educación primaria y secundaria transcurrió en el Colegio “Fray Luis de León”, una institución de curas agustinos recoletos ubicada en la Av. Fuerzas Armadas, a pocas cuadras del antiguo Nuevo Circo. Allí, bajo la influencia de maestros como su profesor de castellano, Jafet desarrolló un interés inicial por las letras, la filosofía y, finalmente, la biología. «Mi fascinación por el mundo natural me llevó a escoger la Biología como carrera».
Aunque sus padres no tenían una formación académica, supieron reconocer y apoyar la naturaleza intrínseca de Jafet. «Yo era el ‘monje’ de la familia, siempre encerrado en mi cuarto leyendo. Mis padres me dieron luz verde para dedicarme a lo que quisiera, algo por lo que siempre les estaré agradecido.» Esa libertad lo llevó a estudiar Biología en la Universidad Central de Venezuela (UCV)».

De Sombras Tenebrosas al solazo de Paraguaná
La fascinación de Jafet por los murciélagos comenzó en su infancia, gracias a una telenovela estadounidense titulada ‘Sombras Tenebrosas’. «El personaje principal, Barnabas Collins, era un vampiro, y en una escena aparecía un murciélago. Desde entonces, sentí una conexión inexplicable con ellos». Esa atracción se materializó muchos años después, durante sus estudios universitarios, cuando decidió hacer su tesis de pregrado en la Península de Paraguaná estudiando la interacción entre murciélagos y cardones. Allí, bajo la guía del reconocido quiroterólogo Omar Linares y el botánico Nelson Ramírez, Jafet se adentró en el mundo de los murciélagos. «Cuando entré por primera vez a una cueva de murciélagos en Paraguaná, el olor del guano me impactó. Era un perfume penetrante, único».
Supo entonces que especies como el murciélago cardonero (Leptonycteris curasoae) son cruciales para mantener la biodiversidad en los ecosistemas áridos y semiáridos. Su labor como agentes polinizadores de plantas, por ejemplo los cactus columnares y los agaves, es insustituible. «Sin ellos, muchas de estas plantas no podrían reproducirse sexualmente». Además, muchas especies de murciélagos contribuyen a dispersar semillas de muchas plantas mientras se desplazan de noche en busca de alimento en una gran variedad de ecosistemas tropicales y subtropicales. También son controladores naturales de muchas especies de insectos, incluyendo plagas de cultivos como el arroz, maíz y algodón.

Entre 1993 y 1994, Jafet ingresó a trabajar en Provita, una ONG dedicada a la conservación de la naturaleza. Allí, como director técnico, combinó su trabajo científico con el diseño gráfico para poder cubrir sus necesidades económicas. «Era biólogo en la mañana y decorador en la tarde», recuerda con humor.
En 1994 obtuvo una beca de la Fundación Mariscal de Ayacucho para realizar su doctorado en la Universidad de Miami, Florida, Estados Unidos, bajo la tutela de Theodore H. Fleming. Su investigación se centró en la genética de poblaciones de cinco especies de cactus y sus sistemas reproductivos, y aunque realizó gran parte de su trabajo en Venezuela, su formación en Estados Unidos le permitió ampliar sus horizontes científicos y establecer muchas colaboraciones.
Tras graduarse en 1999, Jafet regresó a Venezuela en el mes de diciembre, días después de la tragedia de Vargas, y comenzó a trabajar en el Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) a partir de julio del 2000. Ingresó al Laboratorio de Biología de Organismos, fundado por Gilberto Rodríguez. Este laboratorio se convirtió en un espacio innovador para la investigación científica en el Centro de Ecología, donde Jafet desarrolló líneas de investigación en genética de poblaciones, biología reproductiva de plantas y ecología de murciélagos. «Gilberto Rodríguez innovó dentro del centro y expandió las fronteras científicas. Gracias a su generosidad y apoyo, varios colegas pudimos dar los primeros pasos como científicos en el IVIC».

Un héroe del desierto
Uno de los mayores logros de Jafet ha sido su investigación sobre el murciélago cardonero, una especie que juega un papel crucial en la polinización de cactus y agaves. «Estos murciélagos son como los colibríes del desierto. Sin ellos, muchas plantas no podrían reproducirse». Jafet, junto a varios colegas, descubrió que el murciélago cardonero es migratorio, algo poco común en los murciélagos de la región neotropical. «Demostrar que esta especie migra tiene implicaciones importantes para su conservación. Necesitamos proteger sus cuevas, lugares de alimentación y garantizar la conectividad de los hábitats que utiliza».
La migración del murciélago cardonero no solo es un fenómeno fascinante, sino también vital para la salud de los ecosistemas áridos. Al moverse sobre largas distancias, estos murciélagos dispersan los genes de varias especies vegetales, lo que ayuda a mantener la diversidad genética de las poblaciones, su cohesión y la resiliencia ante cambios ambientales. Sin embargo, esta capacidad migratoria también los hace vulnerables, ya que dependen de una red de cuevas y hábitats a lo largo de su ruta.

La protección de estos sitios es fundamental para garantizar su supervivencia, por lo que no solo debe preservarse el entorno donde mayoritariamente habita esta especie en Venezuela, sino también las zonas ocupadas en Colombia y las islas ABC. Esto presenta el desafío de tener que planificar programas de conservación de carácter internacional, debiendo contactar a ecólogos, autoridades gubernamentales y activistas de la conservación en todo su ámbito de distribución.
Además de su labor científica, Jafet ha formado a numerosos estudiantes de postgrado, muchos de los cuales se han convertido en expertos en diversas áreas de la biología y la conservación. «Entre mis mayores orgullos está haber guiado a Ileana Herrera, quien hoy es una autoridad regional en plantas invasoras, a Carmen Julia Figueredo, hoy experta en ecología y genética de agaves en México, y a Gloria González de Weston, experta en quirópteros en Paraguay»; afirma con satisfacción. Por ello, su legado no solo incluye sus propias publicaciones, sino también la formación de la próxima generación de científicos.

El trabajo de Jafet ha trascendido fronteras, inspirando y colaborando con investigadores en otros países, como México y Estados Unidos. Su investigación sobre el murciélago cardonero ha sido paralela a la de científicos como Theodore Fleming, quien ha estudiado especies similares en el desierto de Sonora y más recientemente en Arizona. Estas colaboraciones han permitido un enfoque más global en la conservación de los murciélagos y los ecosistemas áridos.
Su próximo gran proyecto es implementar un sistema de monitoreo permanente para los murciélagos cardoneros, utilizando tecnología de punta para rastrear sus movimientos migratorios. «La ciencia es un viaje sin fin. Cada respuesta genera nuevas preguntas, y eso es lo que la hace tan emocionante».

Como biólogo ha dedicado parte de su tiempo a la generación de redes de conservación y divulgación científica, compartiendo su conocimiento con el público y fomentando una mayor conciencia sobre la importancia de los murciélagos y los ecosistemas en que estos habitan. Su historia es una inspiración para los jóvenes interesados en la ciencia y la conservación, mostrando que con pasión y dedicación se pueden lograr grandes contribuciones al conocimiento y al bienestar del planeta.
En un mundo donde la biodiversidad está en peligro, las personas que estudian las interacciones entre la fauna y la flora nos recuerdan la importancia de proteger y entender nuestro entorno de una manera integral; que no está simplemente conformado por especies aisladas, ya que las especies se mantienen unidas por una red de vínculos que suelen pasar desapercibidos.



