Ideas hasta en los sueños

Zuleyma González / Fotos Lheorana González

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El sector Los Mamones debe su nombre a la cantidad de árboles frutales centenarios que hacen honor a la toponimia del lugar. Está ubicado en el municipio Trujillo, por la entrada de Mesa de Gallardo. La inclinada vía permite descubrir un mirador grandioso, la brisa y el trinar de aves se mezclan en la conversa, como testigos de la inventiva y la palabra.

“Nací y me crié aquí, cuando las casas eran de bahareque, el 15 de Julio de 1964”, dice Antonio José Artigas. Es el menor de sus hermanos, hijos de Dinaura Artigas y Pedro Barreto Núñez. Su papá falleció cuando era niño, mientras que su mamá vivió hasta los 86 años de edad. Fue agricultora, ama de casa y echada pa’lante, “era muy ingeniosa, uno se asombraba con las cosas que hacía. Una vez se puso a sembrar maíz de aquí para arriba en esa montaña y le llegó una bandada de pájaros a comerse la cosecha, entonces hizo unos muñecos que parecían una persona, pero igualitos a una personas, (ríe en la evocación de su recuerdo) le gustaba hacer esos muñecos pero grandes, también capelladas para cotizas y sombreros, era muy hábil con las manos”.

El reloj despertador de la gallina que se veía en los hogares venezolanos de los años 70 y 80 fue instrumento fundamental para el niño inventor, desbaratar y volver a armar, el aprender haciendo cual filosofía de educación robinsoniana que busca desarrollar la curiosidad del niño. “Yo decía, ¿cómo funcionará esto? Le sacaba los piñoncitos y me ponía a investigar, ¿por qué estaban allí y no se paraba? Me ponía a darle vueltas y algunos estaban trancados, les echaba aceite y encontraba la falla, entonces lo ponía a funcionar otra vez”.

En cuanto a la escuela, dice que estudió hasta el primer año de bachillerato porque había muchas necesidades, tenía que caminar mucho para llegar al liceo. Una vez le dijo a su mamá que no lo inscribiera más, que iba a trabajar: “a mí me gusta mucho preguntar para aprender, entonces me puse de ayudante de mecánica, aprendí construcción, electricidad y herrería, me fui encontrando personas que supieron enseñarme, y de todos agarré un poquito. Ya a los 17 años sabía echar soldadura”.

A los 22 años, Antonio José construyó su casa donde convivió con su pareja (hoy fallecida), levantó una familia con cinco hijos. Durante 30 años se desempeñó como trabajador en la Universidad de los Andes, Núcleo Trujillo. Actualmente se dedica a realizar trabajos de herrería en el galpón familiar comunitario que hicieron en una buena cayapa, de la que se va contar luego de describir la hazaña del vehículo que necesitaría para la tarea.

Haciendo camino al andar

Cuenta Artigas que un día le dio por comprar un camión que tenía más de 10 años arrumado, lo armó en latonería y mecánica, le colocó la transmisión 4 x 4 para que pudiera subir la fuerte pendiente. Entonces ya estaba listo para hacer la carretera.

“Fue en el 2002, cuando Chávez, que nos dieron los materiales. Entonces entre 15 a 30 personas de aquí, vecinos, familia y amigos, nos fajamos, justo cuando el paro petrolero. Mientras el país estaba en eso, nosotros estábamos echando pico y pala. Al principio subíamos los materiales con un burro o en las costillas, después usamos el camión que armé y subíamos todo más fácil, entonces no solo hicimos esa carretera sino también nos dio por hacer este galpón para trabajar. Toda la gente se beneficia, aquí vienen los muchachos hacer trabajos de mecánica, latonería y lo que necesiten, la gente de aquí se animó a construir sus casas, ¿no ve que eran de bahareque?, y pues todo cambió”.

El galpón es el sitio de encuentro familiar y comunitario, ha hecho inventos de acuerdo a las necesidades que fueron surgiendo con el paso de los años. “Esta crisis lo que ha hecho es despertarnos ideas, tenemos que resolver por nosotros mismos y no esperar que nos pongan todo en la mano, la necesidad nos ha enseñado a sobrevivir, salir a flote. Uno antes tiraba todo, ahorita uno lo restaura y acomoda”.

Actualmente lleva a cabo un proyecto que consiste en la fabricación artesanal de silenciadores para todo tipo de vehículo. Esos aparaticos o piezas cónicas tienen entre otras funciones reducir los ruidos del motor que ocurren durante la combustión y expulsión de gases a través del tubo de escape.

“Todas las herramientas que están aquí las hice yo, hay unas que tienen 30 años”, dice Antonio José Artigas. Comenta que no podía iniciar su proyecto sin antes construir lo que necesitaba. Le llevó ocho meses tener los juguetes listos para la manufactura que se propuso.

A continuación se enumeran algunas máquinas que ha elaborado:

• La tronzadora: “lo único que compré fue el motor, le adapté una manilla de un esmeril y le coloqué esa base que me permite moverla para allá y para acá, con ella corto cualquier tipo de material, funciona a la perfección”.
• La enroladora, para hacer los aros.
• La prensa hidráulica sirve para varias cosas, la usa como troquel para estampar la firma personal, se leen las iniciales de su nombre «AJ», impresas en los silenciadores.
• La cizalla, para cortar las láminas.
• La dobladora; con ella consigue la estética que busca en los silenciadores.

También están la Calandria, la Cachicama y La Zancuda: “les hemos puesto nombres de animales, no ve que si se une esta máquina con esta se parece a un zancudo, y cuando empieza a girar parece que le estuviera chupando sangre”. Funcionan con conexión eléctrica y de manera manual, basta colocar un par de correas y tirar de palancas. “Yo prefiero hacer una máquina manual, aunque sea más lenta, porque saco el trabajo así no haya luz”. Cabe destacar que las máquinas realizadas tienen un excelente acabado.

Luego señala una mesa que despliega con facilidad, en segundos la transforma en un mesón multifuncional. “Esta es más que todo para trabajar la mecánica, si uno quiere estabilizarla le hace así, acá lleva una espiga donde se atornilla la base del motor”.

Otros accesorios son el Árbol de Silenciadores, cuya función es organizar los productos ya culminados; el hacha sin filo y un ventilador gigante que elaboró para facilitar la tarea de la soldadura.

En la madrugada se le ocurren ideas, a veces en sus sueños, y tiene que levantarse para plasmar los dibujos de su próximo proyecto, “es que a mí me apasiona estar inventando cualquier cosa y ponerla a funcionar”.

Algunas de sus creaciones se han dado al ritmo de las necesidades del momento, como las que fabricó durante el desabastecimiento de alimentos en 2016-2018: la desgranadora de maíz con la que procesó hasta cincuenta sacos de maíz en una hora; la pulverizadora para moler alimentos para animales. Por dentro está llena de cuchillas, piezas rotativas y un tambor de freno de camión.

La tostadora de café, “cuando la estaba armando la llevé al tiempo adecuado, al principio giraba en 7 segundos, era demasiado lento, entonces probé y fui ajustando el tiempo”, afirma el tecnólogo. Explica lo importante de cuidar que la temperatura baje en el momento adecuado para que no se le queme el grano y sean del mismo color; “aquí he tostado yo hasta un quintal de café y hasta fororo». Entre los materiales que utilizó están una cremallera de carro, dos tambores de lavadora, losacero, un compresor, un motor de lavadora y una estructura de hierro.

En la escasez de gas, realizó cocinas de barra a gasoil y reverberos con materiales reciclados. Cuando se le pregunta de dónde sacó esas ideas, dice: “pues de mi cabeza”.

Y es que este hombre no solo se ha inventado cosas para el trabajo duro, sino también para cultivar el arte: una vez decidió hacer un cuatro, entonces hizo antes una prensa y todo lo que necesitaba. “El trabajo de lutier lo tengo paralizado, esa vez no tenía nada que hacer, entonces me puse a elaborar todo el mecanismo para armar tres cuatros, apenas llevo uno”. Saca y charrasquea algunas piezas para el deleite de la tarde, destacando el vals:

Zuleyma González