Texto y fotos Nelson Chávez Herrera
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Raiza Ferrer es pescadora, artesana de taparas, folclorista, dulcera, agricultora de cacao y fabricante de chocolates. La entrevista con esta mujer ya legendaria aconteció una mañana, a plena luz del día, en su casa llamada Dona Guarapita. Una vivienda hermosa, antigua, ubicada en la calle Trino Rangel de Puerto Colombia, en el colorido pueblo de Choroní.
Su bienvenida fue una sonrisa, una mirada dulce y profunda, su voz cadenciosa de oleaje en calma. Un patio florecido, un cumaco, una yuca y un culo e’ puya apostados a la entrada de la casa como tres entidades guardianas.
“Yo soy de aquí, choronicense. Mi padre es de aquí; mi madre también. Él fue pescador, mi mamá era una mujer de su hogar, una artesana de dulce riquísimo de lechosa, de todo tipo de frutas, del de toronja. Mis abuelos también hacían el bocadillo de cambur y yo sigo la tradición de mi familia”.
En continuidad del linaje, Raiza, quien resguarda los secretos familiares de la dulcería criolla, prepara el tradicional bocadillo de cambur con titiaros o manzanos, cultivados en su parcela de la montaña.
Las taparas relumbran por toda la casa. En un pasillo lateral están las herramientas, los pinceles, un cajón de secar fruta y otro para fermentar cacao.

–¿Qué significado tiene para ti y para este pueblo el fruto del árbol de taparo?
–Trabajamos con taparas desde hace muchos años, porque fue la vajilla tradicional. En mi casa, cuando era pequeña, comían y bebían en tapara. El sancocho de pescado era en tapara, el arroz con caraota servido en tapara ¡lo máximo! El cafecito, el cucharón para sacar las cosas. La tapara es muy importante en la vida de muchos lugares del país, y puedes transformarla de la manera que quieras”.
Con taparas Raiza fabrica platos, cucharillas para el azúcar, cucharones de sopa, tasas, vasos, saleros, lámparas, bolsas de playa a las que teje una correa con la fibra de un bejuco llamada piragua. También labra las taparas como piezas de arte y hace con éstas maracas, instrumento musical indispensable para acompañar el calendario ritual de estas comunidades costeras.
“Las maracas son un instrumento musical de toda la vida en Venezuela. Cuando yo era pequeña y cuando uno nace, los padres siempre nos maraqueaban. Las maracas acompañan la música llanera, sirven para improvisar a los Diablos Danzantes. Yo soy folclorista. Tengo mis tambores, bailo tambores, soy devota de San Juan”.

Un trago compartido de un licor tradicional elaborado por Raiza con aguardiente de caña, endulzado con papelón y macerado con semillas de cacao durante ocho meses, la arrastra a recordar como aprendió otro de sus oficios, el arte de la pesca, acompañando desde niña a su papá cuando él salía a pescar. Su único hermano varón también era pescador. Lentamente rememora la belleza de bucear, los pescados en las redes, la experiencia de verse rodeada por miles de peces en medio del mar.
“Fui pescadora durante un poco de tiempo, tenía mi lanchita. También hacíamos turismo. Llevaba a las personas a recorrer la costa; Chuao, Cepe, la montaña, los trapiches. Con decirte que las llevábamos hasta La Guaira para agarrar el avión. Si el mar está tranquilo ese viaje se hace en hora y media, aparte de ser bellísimo”.
–¿Había más mujeres pescadoras en el pueblo en ese entonces?
–Todavía hay. Pero pescadoras-pescadoras mujeres somos unas ocho, que además de saber pescar sabemos nadar. A mi me encanta nadar, no tengo miedo al mar.

Aparte de artesana, pescadora y agricultora, toda la vida esta mujer ha sido deportista y especialmente una gran nadadora. Hará unos diez años participó en una competencia donde nadó los siete kilómetros de mar y oleaje que distancian la playa de Chuao del pueblo de Choroní.
“Aquí siempre hacíamos competencias en temporadas de fiesta. A veces una lancha nos soltaba a doscientos o trescientos metros del malecón y nos veníamos nadando y llegábamos con la lengua afuera, pero llegábamos”.
–¿Qué extrañas de esa época?
–No extraño nada, porque siempre voy a la playa, cuando tengo ganas me monto en una lancha, buceo. Tengo mi nylon y voy a pescar en la mañana en la playa. Salgo a eso de las 6 y a las 7 y media estoy aquí en mi casa con mi pescado frito.
–¿Todavía tienes lancha?
–No, vendimos la lancha para comprarnos la tierra en la montaña y dejamos la pesca para meternos a agricultores.
Desde hace algunos años, junto con su esposo cultiva cambures, tubérculos, legumbres, café y cacao. Lleva a las niñas y niños de las escuelas a su parcela para explicarles el procesamiento del cacao, su siembra, su cuidado. Raiza ha hecho del cacao un medio de expresión del arte, descubierto en esta planta una medicina, una forma de promover la identidad, hacer trabajo educativo y cultural. Se comprende por qué el proyecto Ciudad Mural decidió homenajearla con un mural en su honor, hecho en una de las paredes del pueblo de Choroní.

Con el cacao empezó a trabajar después de ayudar a su hija en una tarea escolar sobre el cultivo y la siembra de este fruto milenario. Posteriormente recibió un taller dictado por el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (INCES) y poco a poco fue hallando el punto de fermentación, el sabor, la textura de los productos elaborados con cacao por sus manos: licor de cacao, pasta de cacao, chocolate en polvo, semilla tostada y la medicinal cascarilla tostada con la que ayuda a su nieta a tratarse una condición de salud.
La semilla tostada de cacao es recomendada por Raiza para el tratamiento de la diabetes y como cápsula energizante para el uso de los deportistas.

2 comentarios
Qué bueno! Se me hizo corto el texto. Qué bella Raiza.
Me pasó lo mismo, una vida ejemplar