El plan para intervenir (restaurar) las casas patrimoniales del centro histórico de Coro, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, se activa con el músculo y el saber de maestros artesanos corianos. Auspician el trabajo la UNESCO, las alcaldías y la gobernación de Falcón bajo las orientaciones del IPC
Las manos de José Ángel Sánchez están teñidas de un polvo amarillento. Son restos del barro que lo conecta no solo a la tierra originaria sino a sus ancestros. “A los 12 años ya estaba picando la yerbita y echándosela al pozo, aprendí a batir y servía como ayudante a mis padres y abuelos”. Lo conocen en todo el estado Falcón como “El Ovejo” y forma parte de la cuadrilla patrimonial “Jesús Chucho Coello” (homenaje a un caballero legendario que ya entrevistamos por acá en 2023), un grupo de 13 maestros artesanos certificados por la UNESCO y por el Instituto del Patrimonio Cultural (IPC).
Este forjador de cimientos, tapias y techados aporta más de tres décadas de sapiencia para acometer las construcciones tradicionales del centro histórico de Coro, declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1993. “Me siento muy contento porque estamos recuperando casas que tienen mucha historia”.
“El Ovejo” nació en 1960 en Coro y más específicamente en la cocina de la casa, porque su abuela era comadrona. Más adelante, mientras su mamá trabajaba lavando y planchando, él se convirtió en jardinero cuando apenas tenía 8 años. Era un preadolescente cuando comenzó a adquirir los saberes del oficio de erigir una casa desde los cimientos.
Hoy en día forma parte de los artesanos del barro, personas acreditadas como portadores patrimoniales, especialistas que garantizan que las técnicas constructivas ancestrales permanezcan en el tiempo. Diariamente se reúnen en la llamada Casa del Sol, centro de trabajo ubicado entre las céntricas calles Federación con Zamora de la capital falconiana, donde comparten sus conocimientos con las nuevas generaciones.
Ha sido la cuadrilla patrimonial el ente responsable de proporcionar todas las orientaciones acerca de los materiales a utilizar en cada intervención en el casco histórico de Coro. Un ejemplo es la cal artesanal traída de la montaña de San Nicolás del municipio Sucre, en la sierra de Falcón.
Y cuando se requieren ladrillos obviamente no son los de la ferretería de la esquina. Es el ladrillo que proviene del fogón de un artesano, el cual aplica técnicas ancestrales para sanar las grietas que los siglos han derivado en las edificaciones intervenidas.
A José Ángel se le nota la emoción al hablar de meter los horcones cuando la vivienda es de cañizo, o cuando es de adobe colocar cimientos de piedra, arena y cal artesanal. “Después viene la construcción de las paredes de adobe cruzado para luego meter los palos atravesados, las soleras. Más tarde viene la parte de amarrar el cañizo y echar el mortero de barro”. En sus palabras “El Ovejo” no describe un trabajo. Expresa un entusiasmo que armoniza recuerdos de la niñez, la vida de un adulto con cuatro nietos y el amor por una ciudad que ostenta el lujo de haber sido la primera capital de la nación, sede del primer gobierno de Venezuela y una de las primeras ciudades fundadas por españoles en América. Casi nada.
No es cualquier tierra
Pero este proceso que a los portadores patrimoniales ya les parece habitual y hasta sencillo requiere un poco más de explicación para los inexpertos. Para entenderlo como se debe es necesaria la ayuda de alguien como Luis Ollarve, ingeniero civil con más de 20 años de experiencia en las técnicas constructivas con barro y coordinador de la cuadrilla patrimonial “Jesús Chucho Coello”. Su asesoría es un punto importante en el mantenimiento preventivo y correctivo de inmuebles realizado a través de métodos cuya materia prima es nada menos que la tierra.
Pero no se trata de cualquier tierra. Es una que se somete a una prueba empírica: se coloca agua en un frasco y se le añade una porción, se agita el contenido y se determina la cantidad de arcilla, limo y coloide. La tierra más utilizada por los artesanos de la cuadrilla proviene del bosque ubicado al sur de la ciudad de Coro, lugar que ofrece gran calidad en cuanto a los adobes y para los frisos.
Cuando esa tierra es llevada a la Casa del Sol comienza el verdadero paso a paso. El asunto es así:
1. La tierra se pasa por un cedazo para eliminar piedras duras y otras impurezas.
2. Se coloca en el pozo del barro donde se le añade agua y se deja macerar durante una semana, período en el que periódicamente se bate el contenido. Con los días va apareciendo un olor característico que indica a los especialistas que “está a punto” para la elaboración de los adobes.
3. Es el momento para la elaboración de los adobes, trabajo para el que se requiere una hierba llamada “yerba conejera”, la cual crece abundantemente en los alrededores de la Casa del Sol, es picada y agregada al barro paulatinamente. Luego es almacenada para secarla de manera apropiada. Esta hierba es el material que le aporta fuerza y adhesión al barro que consolida el bloque.
4. Cuando se emprenden reparaciones preventivas o correctivas en inmuebles del centro histórico se sustituyen los adobes desgastados por nuevos concebidos con las técnicas constructivas ancestrales.
5. Si se trata de nuevas edificaciones o ampliaciones se comienza con los cimientos, donde se emplea piedra lisa y todo se acopla con una mezcla llamada “pega real”, que científicamente se define como concreto ciclópeo. En este caso hablamos de una mezcla conformada por arena, tierra y cal artesanal.
Pero hay más detalles en el transcurso de estas intervenciones en el casco histórico de Coro. La paciencia es una de las claves. Hay que saber esperar, es necesario darle tiempo al barro. Construir muros con adobe es un trabajo deliberadamente lento que exige solamente un máximo de cinco o seis bloques al día, porque es esencial esperar que cada bloque se seque.
Luis Ollarve explica que en lo relacionado con los techos, hay varios tipos. Uno de los más utilizados es el que lleva caña brava o bambú, o el cañizo del cardón. Una vez armado el techo se le coloca lo que los artesanos del barro denominan “torta”, una masilla elaborada con el mismo barro del adobe para pegar las tejas.
Para preparar la mezclilla que irá colocada en la parte inferior de la cubierta de los techos y algunos muros, igualmente se utiliza un componente muy especial: el cagajón del burro. Esta deposición se cierne y tritura para ligarla con cal y agua. “Ese era el estuco de la época y continúa siendo realmente efectivo”, avala sonriente Luis.
Los portadores patrimoniales también aplican sus saberes en los colores que embellecen las casas corianas. Ellos emplean pinturas artesanales elaboradas con sábila y cal, a lo cual se le incorporan algunos óxidos para otorgar diversas tonalidades, como el azul, el amarillo o el rosa.
Los artesanos que vendrán
Preservar una fisonomía autóctona que siga distinguiendo a Coro como urbe antigua va a requerir que los artesanos del barro, cuyos saberes fueron recibidos de sus padres y abuelos, hagan lo mismo con las nuevas generaciones para mantener un arte constructivo forjado con el barro y las técnicas tradicionales.
Es algo que Nelson Antonio Hernández tiene muy claro. Cuando hizo la primera casa bajo la guía de su padre, este hombre “nacido y criado en Coro”, como le gusta decir, tenía solamente 7 años. Hoy, con más de siete décadas encima, ejerce con felicidad el oficio de artesano del barro y está orgulloso de transmitir sus saberes a la gente joven. “Desde que nací estoy en este oficio y cada día me siento más contento y con la capacidad de seguir adelante. Siempre le digo a los muchachos que aprendan de uno, que aprendan estas técnicas”.
Su papá era carpintero pero pronto se interesó por trabajar el barro. Nelson lo acompañó en la construcción de varias casas y desarrolló el amor por materiales como el adobe, el cañizo, el cardón o los horcones, materiales que constituyen también la casa donde aún vive con su familia.
“Las técnicas que nosotros mantenemos son poco conocidas. Muchos todavía no las saben y a otros no les interesan. Este es un trabajo que a mí me da alegría porque es un trabajo sano, digno, y dura años y años. Imagínate que la primera casa que mi papá construyó todavía existe. Cuando paso por ahí me da sentimiento”.
Hernández está consciente de la permanencia que su labor constructiva y de mantenimiento tendrá en inmuebles que llevan siglos asentados en la ciudad de Coro. Siente orgullo de formar parte de quienes transmiten sus sapiencias a los muchachos y muchachas: “ojalá que con el tiempo ellos se dediquen a este trabajo pa’ que este conocimiento se mantenga”.
Luis Felipe Díaz
Memoria patrimonial
La marcha de los trabajos de recuperación es supervisada desde Instituto del Patrimonio Cultural. Su director en la ciudad de Coro es Luis Felipe Díaz, quien tiene presente el enorme valor que posee el trabajo de los artesanos del barro. “La labor ejecutada a través de la cuadrilla de artesanos del barro genera un sentido de pertenencia y un compromiso con la memoria patrimonial”.
Díaz cuenta que un valor adicional en este proceso ha sido incorporar los saberes de albañiles y carpinteros para fusionar su experiencia con la de los artesanos de la cuadrilla patrimonial. Esta interacción es fortalecida con una serie de talleres que avalan un oportuno trabajo en conjunto.
“Desde 2018 hasta el presente se han intervenido 820 inmuebles, no una vez sino hasta tres veces. Esto forma parte de un plan de trabajo para intervenir el centro histórico de Coro donde también participan las alcaldías y la gobernación de Falcón bajo las orientaciones del IPC”.
Algo fundamental es que el traspaso de enseñanzas está afianzado. Es la razón por la cual tanto Nelson como “El Ovejo”, Ollarve y todo el grupo de la cuadrilla patrimonial Jesús Chucho Coello acuden a la Casa del Sol cada mañana con la firme esperanza de preservar en el barro la memoria histórica de la ciudad de Coro.
Adriana: ausente pero siempre presente
Buena parte del interés en visitar a los maestros del barro quedó frustrado: la otra gran maestra del barro involucrada en este proceso, Adriana Colina, estaba convaleciente y en trance post operatorio cuando fuimos a visitarla. Es una joven docente, imparte clases en una escuela y además estudia fisioterapia en la Universidad de las Ciencias de la Salud. Tiene años dedicados al trabajo del barro junto con su hermano. Ellos son de la población de Los Pocitos, del municipio Miranda. En su casa pues tiene un fogón, y en la parte de atrás del horno tiene una mina natural de donde extrae la arcilla y los elementos vegetales con los que se aplica a la técnica constructiva. Allí tienen su adobera. Tienen fama de ser capaces de producir de 400 a 500 adobes por día. Queda pendiente la visita y entrevista a Adriana, cuando se recupere.
1 comentario
Interesante reportaje, excelentes profesionales. Gracias