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Apagones cognitivos y de los otros

por José Roberto Duque
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José Roberto Duque | Monte y culebra

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De las cosas gratas que recuerdo de la respuesta popular venezolana al apagón o los apagones de marzo de 2019, rescato una que sobrevino cuando se paralizó buena parte del suministro de agua potable. La respuesta o reacción del pueblo pobre consistió en un acto de memoria: cómo se vivía en Caracas antes de que hubiera acueductos modernos. O lo que es lo mismo: empezamos “de pronto” a recordar o a percatarnos de que el agua no nace en las tuberías sino en la naturaleza. Y entonces se produjo el reencuentro de las personas con los manantiales, los ojos de agua, los chorros limpios que habíamos olvidado.

Este sigue siendo el tiempo de volver a los manantiales, y no solo de agua: ¿de dónde sale la fuerza que destruye o construye sociedades sino de nuestros cuerpos, nuestros cerebros y nuestras ganas?

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Hace poco me invitaron a dar mi opinión acerca de “cómo se combate” la guerra cognitiva a la que estamos sometidos acá en Venezuela, vía bombardeo infofrénico y digitalización de todo. Respondí algunas generalidades de las que procedo a retractarme ahora mismo, porque antes de responder debí definir o delimitar ese concepto que ahora todo el mundo o mucha gente llama “guerra cognitiva”. El ejercicio puede ser tan fácil como definir los elementos o vocablos que componen ese súbito concepto. Y por acá comienza el desperfecto: nos hemos concentrado en lo que significa o sugiere la palabra “cognitiva” y hemos olvidado en qué consiste o de qué se trata una guerra.

Nos ocurrió igual cuando nos acostumbramos a entender que estábamos siendo víctimas de una guerra económica: sabíamos que la cosa era contra nuestra economía, pero nuevamente nos dejamos meter de contrabando la palabra o noción “guerra”. Procedamos a corregir entonces esas tuercas sueltas.

En su acepción más pedestre, una guerra es un evento en el que un enemigo echa plomo para acá y nosotros echamos plomo para allá. En este tiempo de genocidio nos hemos ido habituando también a la idea de lo que es una masacre; el pueblo palestino está siendo masacrado por Israel, así la mediática mundial se empeñe en llamar al conflicto “guerra entre Israel y Hamas”. Cuando uno de los bandos no puede responder proporcionalmente a los ataques que recibe ya eso no es una guerra sino una vil masacre. En Gaza está ocurriendo una masacre.

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Masacres fueron también el ataque despiadado contra nuestra economía en 2014-2020 (ya que nunca respondimos ni le hicimos daño al atacante en la misma proporción), y ahora mismo el bombardeo por todos los medios digitales: no hay guerra cognitiva porque nosotros estamos llevando leña, nos están volviendo pedazos la psique y el derecho a saber que vivimos en una realidad, y que la realidad no es “eso” que imponen los laboratorios de guerra sucia. Sería guerra si le estuviéramos causando al enemigo un daño proporcional al que nos están haciendo a nosotros, pero no está ocurriendo así.

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Lo que sí queda en pie es la forma en que deberíamos actuar masiva y colectivamente en busca de la realidad perdida, el país perdido, el planeta perdido, la inteligencia perdida: la desconexión o desintoxicación, la des-digitalización de nuestras niñas y niños es una tarea urgente, como urgente también es entender que muchos de nosotros (adultos politizados, deteriorados y golpeados, pero conscientes de nuestro rol en estas batallas) también deberemos hacer ese ejercicio de limpieza, pero al final de la jornada tendremos que volver a este charco. A ver si la masacre deja de serlo y se convierte en una guerra de verdad: tú me tiras, yo te tiro. Lamentablemente, huir del territorio donde nos masacran no es una opción.

Las terapias están a la vista: hacer que los muchachos se reencuentren con su cuerpo y con el poder de sus manos liberará también de alguna manera su cerebro, como lo propuso Gino González en esclarecedor análisis: ponerlos y ponernos a sembrar, a reforestar, a fabricar objetos útiles, a jugar con el barro de nuestras casas ancestrales; entregarnos a recuperar gastronomías, juegos cara a cara, a fabricar instrumentos musicales y a reencontrarnos con la música.

No parece haber otra opción en tiempo de apagones eléctricos y apagones cognitivos. Los golpes que nos llevaron a redescubrir manantiales pueden servir también para redescubrirnos más allá del ámbito digital.

También dijo Gino cosas formidables, que tienen que ver con lo mismo, en esta canción de demoledora actualidad:

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Periodista, escritor y editor

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