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“Una hamaca campechana debería oler a llano, ¿verdá?”

José Jiménez es heredero de un oficio casi olvidado: el arte de hacer hamacas con cuero de ganado

por Nelson Chávez Herrera
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Texto y fotos: Nelson Chávez Herrera

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Terminaba de comer en uno de los restaurantes de la Redoma Industrial de Barinas cuando apareció José Jiménez vendiendo sus campechanas. La entrevista tenía que ser en el lugar donde las fabrica: “Cuando llegues al pueblo de Obispo pregunta en la policía por el muchacho que hace las campechanas”. Con estas indicaciones llegar a su casa fue sencillo. Tenía todo preparado.

Su nombre completo es José Yasmir Jiménez Rondón. Nació en el hospital Luis Razettái de la ciudad de Barinas, y proviene de una familia apureña donde varios de sus integrantes tienen tradición de fabricar todo aquello que pueda hacer un llanero con el cuero de un animal: sogas, aperos, correas. Obispo es el pueblo de su esposa. Vive aquí con ella y con sus hijas en una casa rural con un terreno inmenso al lado. Caminamos hasta el fondo del solar donde bajo los árboles puede verse una mesa grande y un cuero colgado sobre una guafa. José ha dispuesto varios cueros con los que podrá mostrarnos todas las fases del proceso. Así empieza a contar.

“Tú compras el cuero en sangre en el matadero. Te dan permiso para retirarlo, para escoger la piel. Con la piel se escoge el color, normalmente yo trabajo con colores pintados, cuero pintado, cuero rojo, cuero negro, eso no más que trabajo. De vez en cuando por ahí un cuero barcino, lebruno, blanco encerado. Traigo ese cuero y lo monto acá en esta guafa”.

Con un cuchillo afilado José arranca a limpiar el cuero fresco guindado en la guafa. Con destreza le quita los pellejos, los restos de carne y de grasa. Hecho esto, con el mismo cuchillo le abre huecos por las orillas, le pone mucha sal para empezar a curarlo y lo “embota” o dobla, para que agarre mejor la sal. La cantidad de sal está entre dos y tres kilos dependiendo del tamaño del cuero, si es de un animal de 400, 500, 700 u 800 kilos.

“La sal es para que el cuero se mantenga flexible cuando se hace la campechana. Si no llevara sal, si el cuero lo dejo al natural, totalmente sin sal, el cuero se endurece. Entonces se usa es para forrar sillas, muebles. Mi abuelo me contaba que anteriormente con ese cuero duro la gente hacía una cosa que se llama catre. Era una cama hecha de madera con puras tiras de cuero tejidas como una cesta, se ponían tiritas a lo largo y a lo ancho y quedaba toda tupida. Antes no existían camas como tal, el catre es lo que usaba el llanero. Al cuero endurecido normalmente uno le echa ceniza aquí en el llano, ceniza o cal, pero ahorita, por lo menos mi familia, los que forran sillas por allá en otras partes, no le echan nada, lo espellejan y lo estacan y el cuero se seca”.

Estacar el cuero es el paso siguiente. Un día después de permanecer con la sal el cuero se desdobla, se extiende, se le colocan estacas de madera o de cabilla de hierro en los huecos abiertos por el cuchillo y se estira, se tensa.

¿Este oficio te viene de familia?

–Mi abuelo, Pedro Pablo Silva Rondón, muy conocido aquí en Barinas como Pedro Matica, era el que fabricaba. Mi abuela Berta Rondón me contaba, ellos venían del Alto Apure, de Guasdualito, de la Trinidad de Orichuna. Mi bisabuelo era Raúl Briceño, el tuerto Briceño, un hombre muy conocido en el Alto Apure, que siempre cargaba un “revolvón” y tiraba un limón al aire y lo desmoronaba de un balazo. La familia de nosotros en el llano aprendió a hacer la campechana, a trabajar con el cuero, hacer riendas. Yo elaboro muchas cosas; aperos, cabezada, tapa ojos, sogas de enlazar ganado. La soga se hace sin sal. Hay dos maneras de sacar la soga, se saca y se redondea entorchada, y también desde el centro del cuero hacia afuera se saca una tira y se va redondeando. La soga no se mide por metros, se mide por brazada; una brazada es metro y medio y de un cuero como este se saca una soga como de 13 brazadas, más o menos.

“Este saber es hereditario, o sea, ha pasado de generación en generación. Cuando comencé a hacer la primera campechana nosotros vivíamos aquí en Los Guasimitos, del otro lado del río Caipe; hoy es un caño el Caipe. Trabajábamos en el matadero, que en ese tiempo era administrado por el señor Carlos Mesa. Él nos tenía a nosotros trabajando como obreros, salando cueros. El cuero lo salaban y lo exportaban. Yo era un niño de siete años y recuerdo que tenía siete años de edad cuando hice la primera campechana. Había un tío mío que también las hacía, que ya murió también, la mayoría han muerto, casi todos. El mayor de todos se llamaba Elías Rondón. Él me ayudó con un cuero blanco, me acuerdo, era tan blanco el cuero que parecía que brillaba, el pelaje brillaba. Esa vez no se hacía este modelo de campechana, se hacía la campechana con la cabullera estilo chinchorro, tejida como si fuera uán bolso. Este modelo se llama pata e’ gallina”.

¿Y la vendiste o quedó para la casa?

–Recuerdo que tenía hecha como ocho meses cuando llegó una señora que criaba cochinos y se enamoró de esa campechana. Dijo que era muy bonita y se la cambió a mi abuela, no a mí, porque yo era un niño y no tomaba decisiones, la señora dice que nos va dar dos cochinos. Yo estoy pensando que eran cochinos de teta, de esos pequeñitos, cuando de repente la señora llegó para allá y nos dice que vayan a ayudarme. No eran dos cochinitos, eran un cochino y una marrana, era un casal y la cochina estaba llena. El primer parto fueron 11 cochinos. Tuvimos una cochinera gracias a esa campechana. Fue una bendición. Ahí me emocioné y empecé a trabajar esto.

Volvamos al punto de la elaboración. El primer día se compra el cuero, se despelleja, se le abren los huecos, se sala. El día siguiente se extiende, se estaca para templarlo y se deja todo el día al sol para que se seque bien.

“Ahorita con estos soles se seca rápido, ya a eso de tres, cuatro de la tarde el cuero está seco. Pero de igual manera yo lo dejo ahí, a veces lo quito, lo enrollo y lo envuelvo para que no se endurezca, porque el cuero tiene que estar flexible cuando uno lo vaya a picar y si en caso está muy duro, porque después de seco se raya, que es lo que voy a hacer dentro de un momento, a rayar el cuero para empezar a picar el centro”.

Con una regla de madera y un lápiz, José va marcando el cuero, haciendo en este una cuadricula. “Las marcas deben ser pares, nunca impares”. Del cuero completo se forma la hamaca. Rayar o marcar el cuero permite no equivocarse a quién le falte experiencia. “Yo pico una campechana sin marcarla, sin llevar rayas, pero normalmente lo hago porque es más rápido, las rayas permiten llevar una secuencia, para que quede una exactitud”.

Seco el cuero, templado y rayado se pica el tercer día. Por donde están las marcas José hunde el cuchillo y va cortando, guiándose por las líneas, hasta que saca la cuadricula completa. Del mismo cuero saca las cabuyeras entorchadas que permiten guindar la hamaca. Las cabulleras llevan un soporte que es un cuadro de cuero doblado al que José le abre unos huecos con un troquel y un martillo. Luego la arma. Terminado el trabajo lava la hamaca con jabón.

“Las lavo para quitar lo que es la tierra, la sangre. También, si tengo un poquito de suavizante le hecho para que ya no queden tanto con olor a cuero, porque hay personas que no les gusta mucho el olor a cuero, usted sabe que uno le vende a personas que tienen dinero y no es igual como el llanero, como que usted le ofrezca una mercancía, algo típico, huele a llano ¿verdá?”.

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