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Unas son de cal y otras de polvo del Sahara

por Éder Peña
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Viendo hacia arriba de pronto no hay cielo sino algo que, aunque lo parezca, no es nuevo: El polvo del Sahara. Proviene de una parte de este desierto noroccidental de África donde se generan tormentas, viaja más de 7 mil 500 kilómetros debido a los vientos alisios del este.

Recientemente, la Estación de Hidrometeorológica de la Universidad Central de Venezuela (UCV) advirtió que desde el 9 de marzo una ráfaga de polvo del Sahara caería sobre el territorio nacional. En específico, durante tres o seis días afectaría principalmente a la zona costera. Se trata de masas de partículas muy finas de arena y aerosoles que contienen además bacterias, hongos y virus. Pueden provocar disminución en las temperaturas oceánicas y durante la estación lluviosa, también inhibir la formación de ciclones tropicales.

Cuando dicha nube nos visitó en 2020, la NASA dijo que podía llegar a ser del tamaño de EEUU y Canadá juntos, en 2006 fue responsable del enfriamiento en la superficie oceánica del Atlántico Norte. De 15 huracanes que se formaron en 2005, provocó que se formaran 5 en 2006.

Un reportaje de BBC afirma que el Centro Nacional de Huracanes de EEUU proyectó una temporada ciclónica más intensa para 2020, pero más nubes de este polvo se siguieron formando y debilitaron la formación de huracanes intensos. Punto menos para el apocalipsis.

Recientemente se descubrió que el 56% de este polvo proviene de la depresión de Bodélé (Chad). Como las temporadas de sequía son mayores debido al cambio climático, la cantidad transportada ha crecido 3 veces más desde los años 70, unos 40 millones de toneladas.

Bodélé es un antiguo lecho de lago que contiene enormes depósitos de microorganismos muertos cargados de fósforo. “El polvo afectará al clima y, al mismo tiempo, el cambio climático afectará al polvo» dijo Hongbin Yu, de la Universidad de Maryland y la NASA.

Todo es interconexión en esta naturaleza que somos, esta capa de aire seco y polvo, que viaja en la parte media de la atmósfera (2 a 5 km de altura), es rica en carbonatos, nitratos, calcio, magnesio y le aporta a la Amazonía los nutrientes que pierde a causa de lluvias.

Debido al intenso lavado los suelos de la selva carecen de fósforo, el polvo le aporta una fertilización a las hojas de 22 mil toneladas al año, lo que casi equivale a la cantidad que el Amazonas pierde, uno de los tantos equilibrios dinámicos y frágiles que sostienen la selva.

No todo es beneficio: El sedimento ha sido relacionado directamente con el aumento en casos de asma en niños y adultos mayores de todo el Caribe. También deposita el hongo Aspergillus sydowii, que afecta colonias de corales y, a su vez,a la red alimentaria de peces.

La República Árabe Saharauí está invadida actualmente por Marruecos y Mauritania, su interés geopolítico consiste en la abundancia de fósforo, mineral esencial para los fertilizantes inorgánicos utilizados en la agricultura intensiva, la misma que deforesta y agota suelos.

Cielos grises, baja visibilidad, molestias respiratorias y demás efectos en una época en la que ha pasado tanto… No es el fin del mundo, pero es la oportunidad de cerrar un ciclo de cosificación de la naturaleza para empezar a entendernos a través de sus patrones y procesos.

«Este es un mundo pequeño, y todos estamos conectados juntos», dijo Yu. Desde lugares empobrecidos como África y la Amazonía, el planeta nos recuerda que no somos burbujas. Es pequeño, limitado pero sinérgico y generoso, sabernos tierra es saber que somos ciclos como la vida misma.

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