Penélope Toro León
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Mayo es el mes de las madres, las flores, la biodiversidad biológica, el mes de tauro, pero también el mes de los males estomacales.
En esta época del año parece que el bioma donde viven las bacterias que se encuentran en el agua se convierte en un gran salón de fiesta, donde las mismas celebran la diversidad formando un rumbón. Por eso, cuando andamos con dolores de panza, dicen: “le dio mayo”, “tiene mayo”. Al parecer se debe a que las lluvias revuelven el agua, la tierra y con ello los parásitos.
Ciertamente, debido al cambio climático este tipo de presagios relacionados con las estaciones del año están pasando al olvido, pero las enfermedades no parecen desaparecer del mapa, al contrario.
Cuando estamos con esas malucas enfermedades valoramos de manera especial las sopas ajustadas por tradición familiar para cada mal. Y es que saber hacer una comida para una persona enferma es todo un arte, que, dicho sea de paso, no todo el mundo maneja.
Hace algún tiempo estaba con mi hijo pequeño por ahí haciendo diligencias impostergables y me sentía bastante mal del estómago. Llegada la hora del almuerzo era todo un susto pedir cualquier menú, fuera popular o ejecutivo. Decidí conversar con el mesero quien entendió mi preocupación y me dijo: “déjeme hablar con el jefe de la cocina a ver qué se puede hacer”.
Veinte minuticos pasaron cuando el mozo posó frente a mí una encantadora sopita de pollo con trocitos muy pequeños de zanahoria, auyama, papa y otros aún más minúsculos de cebollas, ají dulce, pimentón y bastante cilantro fresco; preparación que inmediatamente me recordó a mi mamá. ¿Qué más se puede pedir? Aquel platillo fue la gloria y así sería, que aún hoy recuerdo aquella deferencia del cocinero para con mi afección, a quien mandé llamar para agradecerle su amoroso servicio.
Exactamente así es que recomiendo se haga una sopa de pollo para un, una enferma. El detalle, aparte del amor que debe incorporarle a esta especial preparación, es no ponerse pispireto/ta con los ingredientes. Cuando una persona está enferma suele sentir repugnancia a los olores y sabores fuertes.

¿Qué no debe ponerle? Comimo, curri, excesos de sabores penetrantes como el ajo y la cebolla, no ponerse a sofreír ni a agregarle aceites anotados, por ejemplo. Puede colocarle, depende del gusto de cada comensal, un solo dientico de ajo bien lavado y medio machacado con todo y concha, así tal cual al caldo. Puede también ponerle unas ramas grandes de apio españa o célere, las que después puede retirar del caldo. Y también una media cucharadita de cúrcuma carece de un fuerte sabor, pero tiene muchas propiedades medicinales. Tomando en cuenta no excederse tampoco con éste, pues es un poco laxante. Si la persona tiene dolor de cabeza y lo que necesita es descanso, el ajo acelera la mente, por lo tanto, a veces conviene sustituirlo por jengibre (misma proporción).
Yo recomiendo montar el pollo al fuego (las piezas que tenga, si es carapacho mejor), con el agua fría, tapar y al momento que rompa a hervir esperar que le salga esa espuma marrón y retirarla. Agregar la sal y nada más por el momento. A los 20 minutos, agregar los ingredientes, primero los aliños cortados en brunoise (cuadritos pequeñitos) y las ramas: apio españa y una raíz de cilantro bien lavada. El cebollín y el ajo porro pueden ser mejor opción que la cebolla si la persona tiene mucha náusea. Aparte de la zanahoria, auyama y papa, también puede agregarle un tilín de apio amarillo. Todo en pequeñas cantidades ya que el caldo debe quedar claro. Pero no se ponga a inventar ponerle yuca u otros tubérculos más pesados. Sirva esto con cilantro o perejil fresco bien lavado y desinfectado. Acompañe con galletas de soda o rebanadas de pan blanco bien tostado. En el caso de las personas celíacas, hágale unos tostones de plátano o cambur verde a la plancha con sal.
Si acaso usted lleva una dieta ovo-vegetariana, aquí va una versión bien buena que me dio mi amiga y vecina, Marisol:
en una buena cantidad de agua hirviendo agregue una cucharada de semillas de cilantro bien machacadas (si las tuesta antes de machacarlas es mejor, pendiente de no quemarlas), un trocito de jengibre del tamaño de un diente de ajo, ramas de apio españa, cúrcuma y sal. Deje hervir a fuego alto mientas pica dos papitas y una zanahoria en brunoise y apio opcional (esta parte es mía). Cuando el agua haya reducido a la mitad, agregue lo que cortó calculando que no se le seque mucho. Baje a fuego medio. Cuando los vegetales estén blandos, rectifique la sal y con la llama bien baja agregue uno o dos huevitos por comensal, si son criollos mejor. Revuelva muy bien, agregue abundante cilantro bien lavado, picadito y deje reposar por cinco minutos antes de servir. Opcional puede hacer un amarre de limoncillo (malojillo) con pabilo, todo bien lavadito y agregarlo con el cilantro cuando apague la sopa, ramaje que retirará antes de servir.
Si la persona está muy mal del estómago y sobre todo para los niños y niñas pequeñas (ojo si es un/una bebé teta con eso, es lo mejor) que no digieren nada, conviene hacer una crema de auyama simple y pura. Pero esta vez debe agregar todo lo que este maravilloso fruto contiene, pues en la concha, las semillas y la tripa se encuentran sus propiedades más desinflamatorias y desintoxicantes. Esta preparación es especial para cuando una persona se está recuperando de una intervención quirúrgica, odontológica o de cualquier parte del cuerpo y le recetan dieta líquida.
Tome la auyama, la lava bien y retire los pedazos de concha que no estén bonitos. Corte en cubos grandes, agregue el equivalente a una cucharada de semillas y tome lo que pueda de la tripa. Ponga a cocinar en litro y medio de agua a fuego alto con sal. Al cabo de 10 minutos bájele un poco el fuego para que no se seque. Puede colocarle una hoja de laurel. Cuando introduzca un tenedor en la concha y la sienta bien blanda ya está lista. Deje enfriar para procesar en la licuadora, retirando la hoja de laurel. No agregue nada más. Especialmente NO agregue lácteos.

Si lo que está es indigestado/a, aquí va un caldo bien bueno que me sopló otra amiga, Vidalina:
ponga en agua cúrcuma, jengibre, pimienta negra, orégano, tomillo y sal marina; todo eso a cocinar con un cambur o la mitad de un plátano verde. Yo lo hice con todo y concha, retirando los extremos y bien lavado. Como no tenía tomillo le puse romero. Cuando esté blando el cambur, pero al dente, apague y beba el caldo con unas gotas de aceite de oliva o de coco. Si le apetece puede comer el cambur retirándole la concha. Yo le agregué gotas de limón en lugar del aceite. ¡Es espectacular!
Por último, si se trata de una disentería de proporciones inauditas, es infalible aquella desagradable receta de las abuelas: sopa-crema de plátano verde. Solo debe cocinar los plátanos verdes con sal y licuar cuando estén blandos. La costumbre andina y mirandina de comer cambur verde cocido a diario puede ser una muy buena opción para estos problemas de liquidez y también para la gastritis. Ponga a cocinar el cambur verde bien lavado con concha y todo, retirando los extremos. Cuando esté blando sírvalo sin la concha agregando un poquito de sal y puede acompañarlo de un arroz blanco que tueste muy bien antes de poner a hervir, sin grasas. Haga que la persona enferma beba dos deditos del agua donde se cocinaron los cambures cuando ésta enfríe.
¡A mejorar!
2 comentarios
Maravillosas opciones, bien claras las recetas, ya me provocó hacer sopa, aunque uno no esté mal del estómago, siempre sientan bien y ayudan a reanimar el cuerpo.
¡Que belleza de artículo! ☺️ 🌻❤️