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Topo Itagua, en el otro pulmón caraqueño

por Anahí Peraza
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Anahí Peraza / Fotos Nathael Ramírez

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Entre las parroquias La Vega y Caricuao, en el suroeste de la capital venezolana, se encuentra una gran extensión de territorio con numerosas montañas que se convierten en un grandioso pulmón natural, el cual invita a adentrarse a este lugar poco conocido, visibilizado y explorado. Se pudiera comparar con el majestuoso Waraira Repano, pero vegueño. O como nuestros aborígenes conocían al protector de Caracas: “Sierra Grande”.

A este extenso cerro verde se puede llegar fácilmente desde el kilómetro 5 de la carretera Panamericana –entrada a La Vega– o a través de la vía principal, la Carretera Negra de la referida parroquia capitalina, adonde se sube desde la redoma La India hasta llegar a Las Casitas. Hay transporte público por ambas rutas. La más recomendable es la primera porque es sumamente rápida y por lo general sin tráfico.

La falda de toda esta zona, compartida geográficamente entre las dos mencionadas localidades en el municipio Libertador, la conforman al menos cuatro sectores: el B, El Araguaney, Ayacucho I y Gran Mariscal de Ayacucho. Aunque formalmente el sector pertenece a Caricuao, todos los habitantes han desarrollado su vida cotidiana en La Vega, que es la comunidad más cercana.

No está establecido formalmente como un mirador, pero cualquiera que lo visite pudiera calificarlo como tal debido a su considerable altura. Desde allí se puede contemplar un paisaje maravilloso; se puede observar la inmensidad hasta Cacique Tiuna, San Antonio y Caricuao, entre otros sectores.

Un segundo paraje –del cual hablaré más adelante– tiene una altitud más prominente que la anterior.

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Aproximadamente desde 2018 años empecé a concentrar mi atención en el espacio relacionado con la comunidad Gran Mariscal de Ayacucho I. Desde el borde del cerro he apreciado amaneceres, atardeceres, a las guacamayas que no dejan de avisar cuando cruzan el cielo. También esas épocas de sequías y de lluvias…

En este paraíso criollo hace vida una gran diversidad de fauna. He podido apreciar picures con crías, rabipelaos, zamuros, gavilanes, perezas, iguanas, lagartijas… Se suman aves como carpinteros, azulejos, canarios, golondrinas, colibríes y otros. Bulliciosas guacharacas, un ave de colores que al parecer es un chiricote y las infaltables palometas, y una gran variedad de insectos y mariposas de muchos colores y tamaños. Una o dos veces al año migran y recorren toda la montaña de un extremo a otro.

En la época de sequía los árboles quedan al desnudo y todo el lugar se viste de marrón como un bosque seco. Las hojas caen y convierten el suelo en toda una alfombra, y como es normal, en ese tiempo una gran cantidad de animalitos desaparecen temporalmente. No obstante, reaparecen en invierno, cuando todo reverdece, y pone en evidencia una naturaleza muy viva. La neblina espesa se hace presente cubriendo a lo largo y ancho de esta zona dejando un increíble paisaje.

En esta montaña hay unos cuantos araguaneyes que cuando florecen dejan ver un contraste entre sus coronas amarillas y el verde de los árboles; esos árboles que han servido de hogar, que dan oxígeno, limpian el aire, previenen la erosión, dan sombra y refugio a una gran biodiversidad, que estuvo allí primero y permite todos podamos aún respirar aire limpio y contar con un ambiente medianamente sano.

Las amenazas de deforestación

A mediados del 2019 iniciamos las visitas hacia la parte más baja de este territorio con algunos vecinos de la terraza B, conocidas como las Casitas de Inavi del Gran Mariscal de Ayacucho I, quienes desde algún tiempo observaban como ciertas personas ajenas al sector entraban y sacaban grandes troncos de árboles.

Tras pasar varios caminos improvisados y llegar casi a la UD7 de Caricuao detectamos señales de deforestación, por lo que se decidió realizar las respectivas denuncias ante las autoridades. En el 2021 la comunidad nuevamente se alarmó ante un conato de invasión en las cercanías. Con carteles improvisados se grabaron los movimientos para viralizar en las redes sociales el llamado a los cuerpos de seguridad e instituciones del Estado; esto fue infructuoso. Entonces venció el desánimo, la molestia, el cansancio y la falta de apoyo y acompañamiento de los entes.

A la fecha, ya una gran extensión de estas áreas fue tomada y ocupada por personas que se dedican a sembrar varios rubros: caraotas, maíz, cambur, entre otros. No se está en contra de ellos, porque sembrar, producir, cultivar la tierra no es un delito; por el contrario, se honra. En mi caso, jamás podría ir contra estos hombres y mujeres porque es ir en contra de lo que soy. Nací y crecí con el campo y las cosechas. Vi como mi viejo dedicó toda su vida a labrar la tierra en las alturas de El Palenque, en Lara.

Pero se debe evaluar, estudiar, organizar, planificar, controlar y definir si este lugar está apto para la mencionada actividad agrícola, porque además hay numerosas torres de electricidad de alta tensión, lo que supone un riesgo para la propia gente. Si no hay una adecuada atención, las consecuencias en el futuro pudieran ser devastadoras.

La ingeniera y geóloga Luiraima Salazar explicó que “se va destruyendo la capa vegetal, se degradan los suelos y, con ello, se altera todo el ciclo hídrico. El agua de lluvia ya no se infiltra en el suelo, no alimenta los acuíferos ni llega al nivel freático. Se queda entonces en la superficie, acumulada, y eso provoca las inundaciones y los deslizamientos de tierra cada vez más frecuentes y violentos que hemos vivido en los últimos años. Los suelos erosionados por la agricultura intensiva se convierten en verdaderos patines de agua, incapaces de absorber nada”.

No se trata de crear conflictos entre nuestra gente, solo tener en cuenta que ellos están en lo alto de la montaña, y abajo está Caricuao. Evitar la deforestación arriba es prevenir situaciones que lamentar más abajo.

Conociendo al Topo Itagua

El pasado 19 de julio me uní a una caminata para conocer otra parte de la montaña, que va encadenada a muchas, y que había ignorado: el llamado Topo Itagua, muy nombrado por senderistas que visitan el Complejo Ecológico Itagua (Montalbán) y del que este pico hace parte.

La visita estuvo guiada por el líder comunero Francisco Pérez, hijo del luchador social, comunicador popular, trabajador comunitario y revolucionario “El Gordo” Edgar Pérez. Estaba también la brigadista ecológica Merger Bello; mi chamo, el fotógrafo, un vecino de otra zona y dos perritos que aguantaron este paseo. El sol estaba encendido, pero como todo fiebrúo, no le paramos tanto a eso. En el bolso no faltaron agua, jugo, galletas y tostones.

Cada vez que nos adentrábamos la vista se hacía más espléndida. Muchas torres de electricidad en todo el sitio, arbolitos, variadas enredaderas con florecitas. A lo lejos, las nubes parecían estar tan cerca; en el oeste, sol y hacia el centro, se podía ver que caía un chaparrón. Al costado del camino del denso bosque detectamos pinos, tuberías de agua y un gasoducto que ya está en desuso.

En medio de la caminata Francisco contó que en una parte de la montaña deforestaron “para hacer una extensión de la escuela Canaima. Era una propuesta sobre un liceo agroecológico, interesante para nosotros, pero a la gente de Caricuao no le gustó, pararon la obra y quedó todo deforestado. Ese espacio se puede utilizar para poner un vivero, un container y la radio con una ruta de caminata corta”.

Mencionó que este espacio natural para la parroquia Ecológica Caricuao se llama Parque Nacional “Ruiz Pineda”, en tanto que, para La Vega, es el Parque Nacional “Vicente Emilio Sojo”.

“Pero le llamamos a todo Itagua, que es el nombre de la montaña completa, desde donde se llega a ver hasta el horizonte del mar”.

Tras una media hora de marcha, llegamos al Topo Itagua, que está a 1200 metros sobre el nivel del mar, con una vista realmente asombrosa. Al frente puede verse Antímano, El Junquito, Macarao, La Yaguara, Montalbán; Caracas con sus zonas populares, autopistas, calles, avenidas, edificios…

El líder de la travesía contó que a través de este punto se llega a sectores que se encuentran en la parte baja de La Vega: El Sinaí, El Petróleo, San Rafael, El Uno. También se encuentra lo que se conoce como la “Triple Frontera”, camino que lleva a las inmediaciones de la Universidad Católica Andrés Bello, Antímano y a la parte de atrás de Ruiz Pineda (Caricuao).

Dice Francisco que “no se sabe de manera precisa dónde empieza o termina Itagua, ni siquiera en la Gaceta Oficial hay una coordenada específica, no hemos visto un mojón en el que diga aquí inicia o finaliza”.

En el recorrido conocí a Luis García, un señor que llegó hace unos 40 años a Caracas procedente de Calabozo, Guárico, y se instaló en la parte alta de La Vega con sus dos hijos y esposa. “Soy del campo, y cuando uno viene de ahí ya se tiene amor por la naturaleza”. Este caballero se ha convertido en una especie de protector y cronista informal de lo que ve en la montaña; ha visto desde venados hasta serpientes y cunaguaros. A él y a las cosas que ha visto le dedicaremos un artículo aparte.

Algo de contexto

El pasado 10 de julio el presidente Nicolás Maduro anunció desde el estado Mérida la creación de la Gran Misión Madre Tierra Venezuela, centrada en una ecología sustentable, la protección del ambiente y enfrentar la crisis climática.

El mandatario explicó que esta nueva iniciativa está constituida por siete vértices: organización y formación para la vida; sembrar para la vida; territorio para la vida; clima para la vida; fauna para la vida; saneamiento para la vida y producción para la vida.

En este sentido y ante la conformación de esta importante misión se ve a lo lejos un rayito de luz, de esperanza, para que se le dé la importancia que tiene y merece este gran reservorio natural, para la ciudad y todos los que habitamos en ella.

Pero también debe haber conciencia por parte de quienes vivimos cerca, más sentido de pertenencia, concientización, apartar el yo e ir por el nosotros. Es un hogar y somos hogar. Aquí hay una historia, huellas de nuestros antepasados. Todo lo que está allí se debe respetar y entender que nada nos pertenece, y no tenemos derecho a causarle más daño.

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2 comentarios

Iria Mogollón. 19 agosto 2025 - 19:48

Excelente artículo!!! y redactado tan amenamente que se hace refrescante la lectura. Por acá continuaré… desde mi Barquisimeto hermoso.

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Dayangela Yuramí Bello Múcura 10 agosto 2025 - 11:34

muy bueno el artículo creo que deberías seguir sacando artículos como este para darle publicidad a la montaña, es bueno ver qué ya se empezó por algo a hablar de la Vega.

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