Óscar Palacios
En Nueva Delhi, capital de India, se decretó el miércoles 17 de noviembre el cierre de escuelas hasta nuevo aviso. ¿La causa? una asfixiante nube de contaminación.
El problema para nada es nuevo, cada año tanto Nueva Delhi como varias otras ciudades de ese país deben enfrentar crisis como estas en las que la calidad del aire compromete seriamente la salud de sus habitantes.
La calidad del aire que se respira en la principal ciudad india supera 30 veces el nivel máximo de partículas contaminantes en el aire recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La contaminación del aire puede causar accidentes cerebrovasculares,
cáncer de pulmón y otras enfermedades pulmonares, incluida el asma, reporta la OMS.
Un informe fechado en 2016 de la misma organización denuncia la ocurrencia de 4 millones 200 mil muertes prematuras cada año, a causa de la contaminación atmosférica.
Como era de esperarse en un mundo martirizado por el capitalismo, el 91 por ciento de esas muertes ocurren en países de renta baja y media, siendo las regiones de sudeste asiático y el Pacífico occidental las que concentran la mayor cantidad de fallecimientos.
Nueve de las diez ciudades más contaminadas del mundo son de la India, según informe que elaborado por la empresa suiza IQair, especializada en la protección contra contaminantes transportados por el aire.
Un concepto imprescindible cuando hablamos de contaminación y de calidad del aire es del “materia particulada”. Se trata de una mezcla de partículas sólidas y líquidas suspendida en el aire en las que se halla sulfatos, nitratos, amoníaco, cloruro de sodio, el hollín, polvos minerales y el agua.
La exposición a esta mezcla es directamente proporcional al padecimiento de diversas enfermedades que pueden resultar letales.
La calidad del aire seguirá empeorando mientras el mundo siga entrampado en dinámicas de producción y consumos excesivas. La peor parte, ya se sabe, se la llevarán los pobres del planeta. En reciente Cumbre de Cambio Climático no se concretaron los acuerdos necesarios de reducción del uso de combustibles fósiles que nos permitan ser optimistas respecto a mejoras en la calidad del aire que respiramos.